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Las estremecedoras historias de los cooperantes humanitarios sudaneses recién liberados de Guantánamo

14 de diciembre de 2007
Andy Worthington

Dos años después de que una junta de revisión militar autorizara su excarcelación de Guantánamo, Adel Hassan Hamad, administrador hospitalario sudanés que trabajaba para una organización benéfica saudí, y Salim Muhood Adem, que trabajaba con huérfanos para una ONG kuwaití, han sido repatriados a su país de nacimiento, donde, según explicó el abogado Clive Stafford Smith, ambos están "a salvo con sus familias".


Adel Hassan Hamad y Salim Muhood Adem, tras su liberación. Foto © Mohamed Nureldin Abdalla, Reuters.

Tras llegar al aeropuerto de Jartum, fueron obsequiados con ropas tradicionales sudanesas por agentes de los servicios de inteligencia, que los llevaron a un hospital para un breve reconocimiento médico antes de devolverlos a sus familias y amigos. Mientras se iniciaba una ruidosa celebración, Adel Hamad habló por teléfono con sus abogados estadounidenses, Steve Wax y William Teesdale, de la oficina del Defensor Público Federal de Oregón. "Doy gracias a Dios todopoderoso y les expreso mi agradecimiento", dijo. "Por fin puedo ver la luz después de la oscuridad".

Si la administración esperaba pasar desapercibida durante un tiempo, y capear el reciente torrente de críticas sobre sus políticas de detención posteriores al 11-S -en el Tribunal Supremo, en relación con la destrucción de las cintas de vídeo de la CIA en las que se relataban las torturas infligidas a los detenidos, y a través de sus intentos, generalmente ineptos, de celebrar juicios por crímenes de guerra en la propia Guantánamo-, la liberación de estos hombres no proporcionará consuelo alguno, ya que sus historias ponen de relieve algunos de los fallos más atroces de toda la sórdida historia de Guantánamo.

Adel Hamad, que ahora tiene 49 años, llevaba 17 viviendo en Pakistán y trabajando para organizaciones benéficas. Capturado en su domicilio en julio de 2002, tras regresar de unas vacaciones en Sudán con su esposa y sus cuatro hijos, refutó la acusación de que tuviera algún tipo de relación con Al Qaeda, y declaró ante su tribunal en Guantánamo: "Los odio y rezo a Dios para que no permita que personas de entre los musulmanes lleven a cabo [sus] ideas". También señaló: "Si yo fuera un miembro de Al Qaeda o si tuviera una asociación con ellos, no habría viajado en junio de 2002 a Sudán con mi familia en unas vacaciones anuales y, una vez terminadas éstas, habría regresado voluntariamente a Pakistán. Si yo fuera un criminal, con asociación a esos criminales, ¿por qué iba a regresar a Pakistán sabiendo que la inteligencia paquistaní estaba deteniendo a miembros de Al Qaeda?".

La descripción que hizo de su detención parece especialmente chocante, pero en realidad fue bastante típica de las decenas de detenciones que se produjeron en Pakistán en aquella época, basadas en su mayoría en "información de inteligencia" dudosa o inexistente. "Me detuvieron en mi casa a la 1.30 de la noche, cuando me desperté y me encontré frente a policías de la Inteligencia paquistaní que me apuntaban a la cara con sus armas, como si estuviera en un sueño o en una pesadilla perturbadora", relató a su tribunal. "Me gritaban: '¡no te muevas! Así que les dije: '¿qué pasa, qué queréis de mí? Y con ellos había un hombre alto que no parecía paquistaní, que creo que era estadounidense. Me esposaron y me dijeron "¿dónde están tus papeles?" (se referían a mi pasaporte). Les dije que en el bolsillo de la camisa. El hombre alto comprobó mi pasaporte y me dijo que había vuelto pronto de viaje. Le dije que sí. Hablaba en un árabe pobre. Vio un permiso oficial pakistaní legal por la fecha que figuraba en mi pasaporte, que tenía una autorización oficial legal fijada para dos años. Así que el guardia dudó al final y le preguntó al hombre alto: '¿nos lo llevamos?'. Y el hombre dijo: 'sí, lleváoslo'. Así que me llevaron y me recluyeron en una cárcel de Pakistán durante seis meses y diez días. Después me trasladaron a Bagram y luego a Cuba".

Desde hace aproximadamente un año, Adel Hamad se ha convertido en una de las celebridades de Guantánamo, gracias a los esfuerzos de sus emprendedores abogados, que viajaron a Pakistán para entrevistar a sus antiguos compañeros y a Sudán para entrevistar a su familia, produciendo una película que dio a conocer su difícil situación a una enorme audiencia en YouTube y que, a su vez, dio lugar a la creación de un sitio web de campaña que recabó el apoyo de miles de personas, entre ellas el actor Martin Sheen.

Sin embargo, lo que hace especialmente llamativa la historia de Hamad, más allá de su incuestionable inocencia, es lo que ocurrió después de su tribunal en Guantánamo hace tres años. Los tribunales, conocidos como Tribunales de Revisión del Estatuto de los Combatientes (CSRT, por sus siglas en inglés), se crearon a raíz de una trascendental decisión del Tribunal Supremo en junio de 2004, según la cual, en contra de lo afirmado por la administración hasta esa fecha, los detenidos tenían derechos de habeas corpus; en otras palabras, que tenían derecho a impugnar el fundamento de su detención ante un tribunal. Sin embargo, en lugar de entregarlos a los tribunales estadounidenses, la administración creó los CSRT para revisar la designación previa de los detenidos como "combatientes enemigos" sin derechos, que podían ser retenidos indefinidamente sin cargos ni juicio. Haciendo hincapié en su desdén por el Estado de derecho, el gobierno impidió que los detenidos tuvieran representación legal y, además, se basó en pruebas secretas que les fueron ocultadas.

Los tribunales, que determinaron debidamente que todos menos 38 de los 558 detenidos en aquel momento habían sido designados correctamente como "combatientes enemigos", fueron criticados este mes de junio por el teniente coronel Stephen Abraham, veterano de la inteligencia militar que había participado en la recopilación de las "pruebas" para los tribunales, y que los condenó como una farsa, basada en pruebas vagas, infundadas y genéricas, y concebida simplemente para aprobar la designación previa de los detenidos como "combatientes enemigos".

Si bien se atribuye a los comentarios del teniente coronel Abraham el mérito de haber impulsado al Corte Supremo a revisar una vez más los derechos de los detenidos (en una vista que tuvo lugar la semana pasada, como se informa aquí y aquí), el tribunal de Adel Hamad ya había proporcionado la primera demostración vívida de la injusticia de todo el proceso en agosto de 2006, cuando Farah Stockman, del Boston Globe, informó de que, en su CSRT, Hamad había sido juzgado "combatiente enemigo" exactamente por el tipo de alegaciones genéricas que más tarde condenó el teniente coronel Abraham.

Hamad mantuvo que la organización benéfica saudí para la que trabajaba, la Asamblea Mundial de la Juventud Musulmana (WAMY), era "una organización benéfica que trabaja para ayudar a los refugiados afganos proporcionándoles alimentos, medicinas, ropa y educación, construyendo escuelas concertadas que se componen de un orfanato, formación educativa, y también trabaja en el departamento de sanidad estableciendo hospitales, pequeñas clínicas, y también excavando pozos de agua, [y] construyendo pozos de agua". Sin embargo, las autoridades estadounidenses la describieron como una organización que "apoya ideales y causas terroristas", a pesar de que nunca ha aparecido en una lista de vigilancia antiterrorista (a pesar de haber sido investigada por el Senado estadounidense) y fue uno de los proyectos favoritos del difunto rey saudí Fahd bin Abdul Aziz.

Otra organización para la que Hamad había trabajado anteriormente, la Lajanat Dawa Islamiya (LDI), con sede en Kuwait, que tampoco figura en ninguna lista de vigilancia antiterrorista de Estados Unidos, fue descrita como "una de las más activas" ONG islámicas "que proporciona apoyo logístico y financiero" a los muyahidines que operan en Afganistán y Pakistán, y que "podría estar" asociada con Osama bin Laden.

En su comparecencia ante el tribunal, un Hamad claramente exasperado refutó todas las acusaciones, exclamando en un momento dado: "Detener a empleados como yo [que] no es capaz de apoyar financieramente a terroristas, ¿es esto justicia? Soy un empleado que trabaja para ganarse la vida y no tengo ninguna relación con las opiniones políticas [de la organización] ni con sus recursos financieros, así que ¿por qué me castigan por un delito que no he cometido? ¿Por qué no detienen a los presidentes de las organizaciones benéficas o a las personas que las apoyan económicamente en lugar de detener a un simple empleado sin valor informativo?


Adel Hamad con dos de sus cuatro hijos en Pakistán, antes de su captura.

Como era de esperar, el tribunal dictaminó que había sido designado correctamente "combatiente enemigo", pero aunque sus súplicas parecían haber sido ignoradas, Stockman, a quien se permitió examinar la documentación del CSRT, observó que uno de los miembros del tribunal -un mayor del ejército no identificado- había emitido una opinión discrepante. Teniendo en cuenta el hecho de que ni WAMY ni LDI figuran en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado, el mayor argumentó que, "incluso suponiendo que todas las alegaciones... sean exactas, el detenido no cumple la definición de combatiente enemigo". Y añadió: "Es de suponer que estas ONG cuentan con numerosos empleados y trabajadores voluntarios que han desempeñado funciones humanitarias legítimas. El mero hecho de que algunos elementos de estas ONG presten apoyo a "ideales y causas terroristas" es insuficiente para declarar combatiente enemigo a uno de sus empleados."

Stockman señaló, sin embargo, que el mayor fue desautorizado por sus colegas, uno de los cuales -en una sola línea que desacredita todo el proceso del tribunal con tanta eficacia como la declaración posterior del teniente coronel Abraham- escribió que el caso "superó el 'escaso obstáculo probatorio' establecido por las normas de las audiencias."

Hace dos meses, el mayor, que participó en 49 de las 558 audiencias del CSRT, añadió públicamente sus quejas a las registradas por el teniente coronel Abraham, diciendo a William Teesdale: "Gran parte del material presentado fue suministrado por agencias de inteligencia y eran resúmenes que no estaban necesariamente justificados por las pruebas subyacentes." El comandante mencionó específicamente su disidencia en el CSRT de Adel Hamad, y también habló de la exclusión deliberada de pruebas exculpatorias, de la nueva convocatoria de los CSRT cuando se producía un resultado desfavorable y de la presión ejercida sobre los tribunales desde los niveles superiores de la estructura de mando.

El caso de Salim Muhood Adem, también de 49 años, es, a su manera, tan condenatorio como el de Adel Hamad. Residente en Pakistán, que había viajado por primera vez a ese país en 1991, cuando "realizaba trabajos oficiales legales para escuelas", declaró ante el tribunal que trabajaba para la Revival of Islamic Heritage Society (RIHS), una ONG kuwaití, desde 1994, y señaló que había mencionado a los interrogadores el tipo de trabajo que realizaba -viajar de una escuela a otra para comprobar la educación antes de ser transferido a "la Oficina de Administración del Orfanato"- y que "no era un delito".

Respondiendo a una alegación de que la organización era "sospechosa de apoyar actividades extremistas, y algunos empleados son sospechosos de apoyar el terrorismo", dijo: "Sólo he sabido que la organización islámica está asociada a esfuerzos humanitarios, nunca al terrorismo." Reconoció haber viajado a Afganistán en 1998, explicando que fue "a supervisar la administración de las Escuelas Orfanato" en la provincia de Kunar y en Jalalabad, y se mostró perplejo ante la afirmación de que su residencia fue "identificada como residencia sospechosa de Al Qaeda y allanada". Dijo que había alquilado la casa a una mujer paquistaní, y añadió: "todo lo que hice en relación con la casa fue legal". Y lo que es más importante, explicó que cuando fue detenido "el oficial que nos detuvo dijo que nos entregaba a las fuerzas estadounidenses para evitar problemas y mantener la seguridad de nuestro país."

Cuando se le preguntó si había otras personas con él cuando fue detenido, Adem respondió que sólo estaban él, su esposa y sus dos hijos pequeños, y cuando se le preguntó: "¿Tus hijos también fueron detenidos?", respondió: "No lo sé ... Llamaron a la puerta y bajé a abrir. Algunos entraron en mi casa saltando desde los tejados de las casas vecinas y otros entraron por la puerta principal. Cuando entraron les pedí que por favor no asustaran a mi familia. Abrí las puertas de la casa una por una para mostrarles lo que había dentro de cada habitación. Me esposaron y vendaron los ojos y luego me llevaron".

A diferencia de WAMY y LDI, la RIHS fue incluida en la lista negra del Tesoro estadounidense en enero de 2002, al parecer porque parte de su personal, incluido el director de su oficina paquistaní, Abdul Muhsin al-Libi, "defraudó a contribuyentes bienintencionados desviando dinero donado para viudas y huérfanos a terroristas de Al Qaeda" y "rellenó el número de huérfanos que decía cuidar facilitando nombres de huérfanos inexistentes o fallecidos. Los fondos enviados para atender a los huérfanos inexistentes o fallecidos se desviaban a terroristas de Al Qaeda".

Sin embargo, ni al-Libi ni otro sospechoso mencionado, Abu Bakr al-Jaziri, que al parecer también ocupaban altos cargos en el Comité de Apoyo Afgano, creado por Osama bin Laden en la década de 1980, fueron capturados por los estadounidenses. En cambio, Adem y otros cuatro trabajadores de la organización fueron detenidos, a pesar de que no había pruebas de que ninguno de ellos supiera nada de la financiación terrorista. Lo que resulta especialmente chocante de la situación de Adem es que, aunque los otros cuatro hombres -un jordano y otros tres sudaneses, entre ellos el contable de la organización benéfica en 2001- fueron puestos en libertad entre noviembre de 2003 y julio de 2005, Adem tuvo que esperar otros 29 meses para que se le concediera la libertad.

Para explicar el retraso en la puesta en libertad de ambos hombres, los abogados de Adel Hamad presentaron recientemente una declaración ante el Tribunal de Circuito de DC, en la que exponían los avances -o la falta de avances- en las negociaciones entre los gobiernos sudanés y estadounidense, que revelaban hasta qué punto las maniobras políticas, y no las cuestiones de justicia, han impulsado gran parte de la política de la administración estadounidense hacia los detenidos. Así se desprende, en general, de los casos de los saudíes y yemeníes de Guantánamo. En los últimos doce meses, tras fructíferas negociaciones entre los gobiernos saudí y estadounidense, 69 saudíes han sido repatriados desde Guantánamo, a pesar de que no se había autorizado la puesta en libertad de ninguno, mientras que Yemen, cuyos 95 detenidos constituyen ahora el grupo más numeroso de detenidos por nacionalidad, sigue esperando el regreso de sólo seis detenidos, algunos de los cuales, como Adel Hamad y Salim Adem, llevan más de dos años con autorización para ser puestos en libertad.

En la declaración, William Teesdale explicó que se había notificado al gobierno sudanés que Hamad y Adem habían sido "aprobados para su traslado" el 14 de noviembre de 2005, y que el Departamento de Estado había pedido garantías de que serían investigados a su regreso a Sudán y de que se respetarían sus derechos humanos. El Departamento también solicitó permiso para tener "acceso a los detenidos si fuera necesario", y garantías de que el gobierno sudanés "asumiría la responsabilidad de los detenidos y evitaría que fueran una nueva amenaza para Estados Unidos."

El embajador adjunto de Sudán, un tal Sr. Elguneid, explicó a Teesdale que la embajada sudanesa dio una "respuesta oficial" a estas demandas en junio de 2006, accediendo a todas ellas e incluso señalando que funcionarios estadounidenses se habían "reunido con algunos de los detenidos [anteriormente] liberados en Sudán desde su liberación". El Departamento de Estado indicó entonces que sería bueno "intentar resolver la cuestión de todos los detenidos sudaneses de Guantánamo" (otros seis, entre ellos el cámara de Al Yazira Sami al Haj, siguen detenidos) y que el camino a seguir sería "elaborar un memorando de entendimiento entre los dos países".

El embajador adjunto Elguneid señaló, sin embargo, que Samuel Whitton, el embajador estadounidense que había estado llevando a cabo estas negociaciones, dejó entonces su puesto, y que "las negociaciones con el nuevo embajador en funciones para crímenes de guerra, Clint Williamson, fueron más difíciles". Esta afirmación se quedaba algo corta. Elguneid admitió que, a pesar de haber presentado diez solicitudes de reunión para tratar la liberación de Hamad y Adem, no había podido conseguir una cita con Williamson y no se había reunido con ningún funcionario del Departamento de Estado desde esa última reunión, en junio de 2006.

Con la liberación de Adel Hamad y Salim Adem, es evidente que se ha superado el punto muerto, pero la clara politización del proceso de liberación de detenidos arroja más sombras sobre la legitimidad de Guantánamo, y la obstrucción por parte de los funcionarios del Departamento de Estado sólo sirve para socavar las afirmaciones de Condoleezza Rice de que el Departamento está comprometido con el objetivo declarado del secretario de Defensa, Robert Gates, de encontrar la forma de cerrar la prisión cuanto antes.


 

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